4/9/11
4/7/11
Puedo, pero no quiero.
No podré evitarlo, tendré que demostrarte que sé hacerlo, con puños y dientes rechazaré tu ayuda, me haré la dura mientras llevo el coche al taller y te susurro al oido las deliciosas perversiones que tengo preparadas para tí, las mismas que han ahuyentado a más de un cobarde... y pretenderé que me niego a desistir, sólo para que sigas obligándome a hacerlo, fingiré hasta que tus caderas hayan arado mis muslos hasta el hueso y tenga que reconocer, ruborizada, estar llorando de felicidad por haber encontrado al hombre que puede manejar a alguien como yo, al chico que puede hacerme su chica.
6/5/11
4/5/11
If you can´t be careful, be on the news
Y es tan fácil como llegar a casa cansada del curro, tumbarte a echar una inocente siesta... y zas, los demonios se desatan de repente en tu inconsciente para llevarte a donde NO quieres ir, y te despiertas tan, tan, tan súmamente triste... que es casi bonito. Por lo menos mi sueño-pesadilla me ha obligado a rescatar a Smoke de mi baúl de Pandora, mi caja de los recuerdos (creo que siempre sueño con banda sonora). Ahora no quiero dormir. Sólo quiero escuchar Smoke. Llevaba años sin hacerlo.
3/5/11
la piel de Hambre
Para qué buscar más sudores, si resultaba ser inmune a ellos... no era en absoluto útil perseguir la asfixia entre los jirones empapados en sal tras las noches insomnes, ni saltar desde los precipicios de su geografía ansiosa por desaparecer en el averno. Siempre huesos quebrados se aliaban con células hipóxicas para remodelarla, y de las tumefactas cicatrices brotaban plumones, escamas, cuernos, bránquias. Sólo quedaba intacto ese inclemente aullido dérmico de hambre.
Desollada, anfibia y aún querulante no pudo sorprenderse ante la evidencia de que no era, como quiso pretender, el lamento de una piel hambrienta. Así que se acunó en el alarido que tan bién conocía, y aceptó, por fín, ser ella misma Hambre. Y decidió esperar, macerando en la toxicidad que había tejido a su alrededor y que resultaba invisible para tantos, la llegada de algún otro ser viciado capaz de apreciar la deliciosa filigrana sulfúrica de su charco, los mil toransoles refulgentes de su oscuridad, la orquestada podedumbre enmohecida de algún pedazo de víscera que conservaba. Y su aullido será entonces frecuencia resonante absoluta.